"Aikido: el arte marcial de escuchar al otro"
La experiencia de un coach en el seminario dictado por Luis Mochón Sensei.
En el blog cuenta su experiencia con el semianrio, toda una vivencia que va más allá de lo técnico.
Rescata la parte humana del Aikido. Uno puede estar o no de acuerdo, pero vale tomarse unos minutos para leer la experiencia en primera persona y bajo una mirada desde otro ángulo.
Aquí la nota completa:
http://www.germanjurado.com/blog/2016/1/28/brbn6spbuq06imd0h6j0qg471ibgzt
En el blog cuenta su experiencia con el semianrio, toda una vivencia que va más allá de lo técnico.
Rescata la parte humana del Aikido. Uno puede estar o no de acuerdo, pero vale tomarse unos minutos para leer la experiencia en primera persona y bajo una mirada desde otro ángulo.
Aquí la nota completa:
"Este domingo tuve la oportunidad de asistir como participante al seminario de AIKIDO que impartió el sensei, Luís Mochón,
en Badalona. Mi amigo Artur práctica este arte marcial desde hace 8
años, y me había insistido varias veces que viniese, que no me lo podía
perder y que estaba convencido de que me iba a servir. Cuanta razón
tenía.
Me
gusta hacer cosas nuevas en las que parto de cero para trabajar mi ego.
Ese se que a veces me controla, y que no es, –ni primera, ni persona,
ni singular–.
Luis Carchack,
Coach de la escuela donde yo me forme, decía que el ego es cómo un
perrito; cuando aprendes algo, sea lo que sea, hay que dejarlo en la
puerta y luego, si quieres, puedes ir a buscarlo. Ese día mi perrito se
quedo esperándome en la puerta del gimnasio.
Para ser principiante, primero hay que reconocer mi incompetencia frente algo, y esto nos cuesta mucho y requiere de práctica. Trabajar esa mente no se, es fundamental para poder aprender.
La
declaración –no sé– es la más importante en cualquier proceso de
aprendizaje. Querer saber todo el rato, y la creencia asociada que decir
–no sé– es igual a ser débil son dos de los enemigos más comunes frente
a lo nuevo.
Y
allí estaba yo.., con mi chándal recién comprado, compartiendo tatami
con 20 o 25 aikidokas, todos enfundados en sus impolutas hakamas. Con la
aptitud de un completo principiante, con los ojos de ese no saber, –con
la atenta mirada del que sabe que parpadear puede significar perderse
algo–, un detalle, un gesto, o una palabra.
Por
momentos, me sentía aturdido por todo lo que decía el sensei. Me daban
ganas de ir a buscar una libreta y hacerle repetir cada una de sus
palabras, para poderlas grabar en el papel y más tarde en mi memoria.
Hay ciertos momentos en la vida que las palabras, parecen que son pronunciadas para ti. Conectan contigo, y cómo dice Álvaro González, en su conferencia el poder de una conversación, te rescatan de la nieve y te devuelven a la vida. Y así lo sentí.
No
nos damos cuenta del poder de las palabras y de su capacidad para
inspirar y sacar el potencial que cada uno llevamos dentro, o por el
contrario, hundirnos en esa nieve no física, que congela mucho más que
la real y paraliza por completo.
Aikido
significa el camino de la armonía, y eso fue lo que me pareció la
práctica de ese domingo. Trabajar en perfecta armonía. No podemos sonar
de manera correcta cuando estamos desafinados, al igual que un buen
instrumento,
Cuando estamos desordenados nuestras acciones son desordenadas y nuestros resultados coherentes con ello. Cuando
mis pensamientos están desordenados, cuando mis sentimientos están
desordenados, cuando mis acciones están desordenadas, mi vida
está desordenada.
Hay
que estar ordenado para poder mostrar toda mi energía y poder
manifestarla. A veces son minutos, otras horas y aquellas personas que
consiguen conectar con este centro, pueden mostrarla durante días o
vidas enteras.
Después
de la práctica, salí convencido que ordenar es lo mismo que escuchar.
Aprender a estar ordenado para poder escucharme y poder escuchar al
otro. Estar atento no solo a lo que dice la otra persona, sino también
en como se siente y para eso necesito calma.
En nuestras conversaciones se nos olvida el otro. Se nos olvida que la parte que valida a una conversación es la escucha. Estamos
tan centrados en lo que queremos que pase, ego, que nos olvidamos que
esto es una danza, y como tal requiere de la otra parte.
¿Cuantas veces acabamos nuestras conversaciones con ese sentimiento de que se olvidaron de nosotros? Con esa sensación del sexo sin complicidad, de estar sin estar con el otro. De la calidad de nuestras conversaciones depende la calidad de nuestra vida.
Te invito, al igual que en el AIKIDO, a que las tengas desde otro lugar, en donde no te olvides del otro.
Nota: Gracias al sensei Luis Mochón y Musubikai Aikido Badalona, por ese fantástico domingo.".
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